Un rincón ecológico del Mediterraneo "Xavia-Javea"

Para cuidar la vida de la tierra, hay que tratarla como una mujer púdica: nunca puedes dejarla desnuda. Una tierra desnuda se deseca, los microorganismos útiles se mueren, y el nitrógeno se evapora. Entonces hay que cubrir la tierra, especialmente alrededor o al pie de los cultivos, con compost semi-madurado, o con un acolchado: restos de paja, hierba segada, hojas o trocitos de ramas trituradas. Ese mantillo mejora la retención de agua y la fertilidad del suelo, y reduce el crecimiento de malas hierbas.

Abonos sí, pero naturalesPara compensar la salida de nutrientes debido a la cosecha, hay que nutrir bien la tierra, pero solo con abonos naturales, orgánicos. Los abonos químicos destruyen el medio ambiente y matan la vida del suelo. Actúan como esas proteínas que toman los aficionados al “body-building”: las plantas van a crecer muy rápidamente, pero luego serán sensibles a todo tipo de enfermedades.

Los mejores abonos naturales son los estiércoles, especialmente de caballo o de oveja. Se pueden comprar en cooperativas agrícolas, en hípicas, granjas o viveros. También puedes hacer tu propio abono con los restos de plantas del jardín y los restos de comida -pero solo los restos vegetales. A esto se le llama compost. Se puede hacer en un rincón del jardín, en un compostador de plástico comprado en un vivero, en un viejo saco de escombros, o dentro de unas placas o cancelas. Lo importante es triturar los restos vegetales antes, mojarlos con agua, y asegurarse que el aire circula entre el montón de compost, y que está en contacto con el suelo.

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