Laura Gutman, terapeuta familiar y escritora.


Laura Gutman es argentina, terapeuta familiar y escritora
Lleva publicados varios libros sobre maternidad, paternidad, vínculos primarios, desamparo emocional, adicciones, violencia y metodologías para acompañar procesos de indagación personal.
Es colaboradora habitual en numerosas revistas en Argentina y España.
Dirige Crianza, una institución con base en la Ciudad de Buenos Aires, que cuenta con una Escuela de Capacitación Profesional y un equipo de profesionales que asisten a madres y padres.
País: Argentina
Sitio web: http://www.lauragutman.com.ar/

"Prefiero ser niñóloga: traigo la voz de los niños", dice Laura Gutman y allana el terreno para avanzar sobre las responsabilidades de madres y padres sin precaución de ofender. En su último libro, La revolución de las madres, Gutman apunta que casi todos los niños sufren el abandono de sus padres aunque permanezcan físicamente a su lado; que dejar llorar al bebé toda la noche hasta que se calme solito es la muerte espiritual de ese niño; que dejar de darle de mamar al bebé en el quinto mes porque el médico así lo indica, es un desatino y que la leche vacuna es mala para la salud.

Desafiar convenciones, escuchar la voz que desde el interior señala lo que es mejor para los chicos, es un rasgo de madurez necesaria, dirá Gutman, para que los padres puedan dar, nutrir y criar a sus hijos saludablemente. Y si la mirada de esta psicoterapeuta familiar resulta demasiado incómoda para algunos lectores, ella no retrocede: "No es duro lo que yo digo, dura es la vida de la gente, dura es la vida de los niños."

¿Qué es la crianza natural?
En España sobre todo está muy de moda el término crianza natural. Sería tener partos respetados, amamantar prolongadamente, comer saludablemente, permanecer con los niños mucho tiempo. Por supuesto que todas esas situaciones me parecen muy simpáticas. El problema no es tanto decirle a la mamá de qué manera tiene que criar y educar a los niños, sino tratar de entendernos los adultos, saber primero con qué recursos contamos, entender lo que necesita el niño y después tratar de ver juntos, dentro de nuestra realidad emocional, qué es lo que estamos en condiciones de ofrecer y si no qué tipo de ayuda necesitamos. Aparece otro tema muy de moda también, que es la culpa. Si para ser una madre perfecta tengo que hacer cosas que no puedo hacer, entonces tengo culpa porque no puedo y eso es una trampa.

Ud. sostiene que el problema no es que las madres trabajen, sino que cuando regresan a casa no están disponibles para los chicos...
Nosotros podemos trabajar 8 ó 10 horas, nos quedan 14 horas disponibles para estar con el niño: ahí el gran problema es la discapacidad emocional. El trabajo no es un impedimento para el vínculo amoroso, sí lo son nuestras historias pasadas complicadas, dolorosas.

Muchas madres habrán dejado de dar de mamar a sus hijos por recomendación médica, o siguieron el consejo de dejarlos llorar en su cuna creyendo que era lo mejor. ¿Qué les puede decir a quienes leen su libro y descubren que se equivocaron?
Yo trabajo para sacar a las mujeres de la infantilización de creer que el otro sabe algo que ella sabe perfectamente si se pone las manos en el corazón. Así que lo mejor es seguir nuestra intuición y seguramente nos vamos a equivocar mucho menos. Por eso no doy consejos, hay millones de maneras de criar a los niños. Lo que hicimos ya está hecho. Pero nunca es tarde. Si tenemos un niño de 5 o de 16 años, siempre es un buen momento para tener una conversación honesta.

Escuchar más lo que uno siente y menos la recomendación médica lleva a cuestionar generalizadamente a estas voces de autoridad que dicen, por ejemplo, que la leche de vaca es saludable...
Es un paradigma muy importante. Creo que la madurez emocional de un adulto es tener criterio y sentido común. Si vivimos infantilizados vamos a creer lo que nos diga cualquiera. En el fondo, en temas de nutrición o de crianza, lo que nos diga el médico o lo que nos diga el almacenero es igual, porque sobre crianza puedo asegurar que no han visto ninguna materia. Entonces se trata de ver dónde delegamos autoridad. Las mujeres, lamentablemente, nos sentimos muy frágiles y muy infantilizadas, entonces creemos lo que nos dice cualquiera.

¿Por qué cree que seguimos pensando que la leche de vaca es muy saludable?
No hay ninguna especie de mamífero que tome leche de otra especie después del período de lactancia. Durante siglos la especie humana fue amamantada por su madre hasta que estuvo en condiciones de ingerir alimento sólido y solamente en los últimos 50 años, en la sociedad occidental, los bebés empezaron a tomar leche de vaca maternizada: es obvio que esto ha sido el marketing. Y hoy estos son los paradigmas, todos creemos que la leche de vaca es buenísima. La realidad es que la leche de vaca es tóxica. Basta simplemente con observar a nuestros hijos que están todo el tiempo con mocos, otitis, angina, bronquiolitis y espasmos: una sola semana que cualquiera de nosotros esté dispuesto a sacarle completamente los lácteos, el harina blanca y el azúcar blanco y vamos a ver que al niño le desaparecen los mocos. Pero los canales infantiles están llenos de publicidad de lácteos, así que eso está metido con todo el poder del dinero de las multinacionales. Nadie tiene por qué creerme, pero pueden hacer la prueba.

Ud describe la relación entre la madre y el bebe durante el pauperio como una díada ¿qué lugar hay para el padre en este período?
Todos los lugares, eso va a depender de los acuerdos tácitos de cada pareja. Hay hombres que están muy incluidos dentro de los vericuetos emocionales de una mujer. Creo que en las parejas el mejor rol posible para un varón sería el de apoyar, sostener, amparar y proteger a la díada madre – bebé. Solamente un hombre infantil siente que se queda afuera, cuando cree que él solamente está para recibir atención de su mujer. Justamente, en este libro hablo de la dificultad que tenemos los adultos para dar.

¿Cuál es la consecuencia del no dar?
Que quienes se quedan sin recibir son los bebés y niños pequeños, que son los únicos que merecen recibir. Un niño no satisfecho en sus necesidades básicas, es un niño que luego va a necesitar más y va a ir pidiendo desplazadamente. Va a agredir, va a gritar o va a estar desesperado o se va a intoxicar y devenir adicto porque va a querer introducir sustancias desesperadamente, puede ser azúcar, jueguitos, televisión, computadora, después será alcohol y cocaína, no importa la sustancia. El grado de desesperación por recibir amor materno es algo que va a ir creciendo con el tiempo. Luego se va a convertir en un adulto siempre necesitado de recibir, es decir, egoísta y muy imposibilitado de dar.

¿Cree que este mismo abordaje puede hacerse en el caso de familias atravesadas por la pobreza?
La pobreza económica es un problema, siempre es mejor no ser pobre, pero la pobreza espiritual es mucho peor. Deseos de amar y ser amados tenemos todos. Al niño no le importa si nació en un palacio o en una villa miseria, mientras esté en el pecho materno, está en un paraíso. El problema no es que una madre no tenga recursos económicos, el problema es cómo la podemos ayudar para que tenga recursos emocionales para permanecer con ese niño.

¿Por qué el amor es la respuesta a problemas como la anorexia, la bulimia o la violencia?
El amor primario. Es la experiencia de haber atendido a miles de madres y padres desesperados porque pareciera que criar a un niño es demasiado difícil. En este sentido soy realista, tengo esperanza, pero creo que la cosa viene difícil porque estamos cada vez más solos, porque no hay ni familia, ni comunidad, ni tribu que ampare a las mujeres, porque la maternidad ha caído en desuso como valor y ¿qué otra cosa más importante tenemos que no sea crear a los niños con amor para que crezcan y sean personas seguras, felices y generosas, que tengan algo para aportar al mundo? Todo lo demás: las adicciones, los problemas de violencia, las guerras en el mundo son análogas, aunque en gran escala, a las guerras que vivimos en las familias y a la necesidad de obtener más que el otro. Estoy segura de que la verdadera revolución la podemos hacer adentro de casa.

Laura Gutman a Clarín.com. Por María Farber.

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